UNA
LEYENDA GRIEGA
Acostumbrado
a las riquezas desde el momento de su nacimiento, Kyrian de Tracia manejaba su carisma
y su encanto con la misma destreza que empuñaba la espada. Valeroso y audaz,
regía a los que lo rodeaban mostrando en toda ocasión el lado más apasionado de
su carácter.
Ardiente,
salvaje e impaciente, su vida siempre era arriesgada. No conocía el peligro, no
establecía límites. El mundo era su alimento y había prometido saciarse. Con la
fuerza de Ares, el cuerpo y el rostro de Adonis y los sensuales dones de
Afrodita se veía acosado por toda mujer que posase los ojos en él. Lo deseaban
y soñaban con poseer al orgulloso príncipe guerrero cuyas caricias –según se
aseguraba– eran lo más cercano al goce paradisíaco que una mujer pudiese
conocer.
Pero
no era un hombre cuyo corazón se domase con facilidad. Vivía intensamente,
aprovechando cada instante, gozando de todos sus sentidos y satisfaciendo todos
y cada uno de sus salvajes deseos. Gozaba dando placer tanto como recibiéndolo.
Las escasas mujeres que habían logrado pasar una noche de éxtasis a su lado,
trataban con despótico desprecio a aquéllas que sólo podían soñar con acariciar
aquel exquisito cuerpo. Porque él era la Pasión. El Deseo. Sensual y ardiente.
Un
guerrero desde su nacimiento, respetado y temido por todo el que lo conocía. En
la época en la que el Imperio Romano era invencible, se encargó él solo de
rechazar su avance con la misma destreza que un héroe, y llenó su nombre y su
reino de riquezas y gloria. Durante un tiempo, se dijo que sería el soberano de
todo el mundo conocido.
Hasta
que un brutal acto de traición lo convirtió en el Soberano de la Noche. Ahora
camina por el sombrío reino que separa la Vida del Inframundo. No es ni hombre
ni bestia; su naturaleza es completamente diferente.
Es
la Soledad. La Oscuridad.
Una
sombra nocturna.
Un
espíritu incansable y solitario cuyo destino no es otro que salvar a los
humanos que lo desprecian y lo temen. No conocerá la paz ni el descanso hasta
que encuentre a la mujer que esté dispuesta a no traicionarlo. Un corazón puro
que vea más allá de su lado tenebroso y lo devuelva a la luz.
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